I.- DE LOS BIENES VERDADEROS Y QUE NOS SON PROPIOS.
DE LOS BIENES FALSOS Y EXTRAÑOS……………………p.35
01.- Nuestro bien y nuestro mal sólo existe en nuestra voluntad.
02.- De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros: nuestros juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones y nuestras aversiones: todos nuestros actos.
02.- Las cosas que dependen de nosotros son los nuestros juicios, opiniones, movimientos, deseos, inclinaciones, aversiones; en suma, todos nuestros actos.
03.- Las cosas que dependen de nosotros son libres: nada puede detenerlas ni levantar obstáculos ante ellas.
…No dependen de nosotros el cuerpo, los bienes materiales, la reputación, las dignidades y honores…
04.- Las cosas que no dependen de nosotros …
…estas cosas son débiles, esclavas, sujetas a mil contingencias e inconvenientes y son extrañas a nosotros.
05.- Si intentas hacer tuyas las cosas que no dependen de ti, sólo encontrarás obstáculos, te sentirás turbado y acongojado a cada paso y tu vida será una continua lamentación contra los hombres y los dioses.
08.- Ten muy en cuenta que el fin de tus anhelos es obtener aquello que deseas y el fin de tus recelos es evitar lo que temes. Porque ciertamente es desgraciado quien no obtiene lo que desea y es infeliz quien cae en lo que teme. Si profesas aversión a lo que es contrario a tu verdadero bien (que es lo que de ti depende), jamás caerás en lo que temas; ahora bien, líbrate de temer a la muerte, las enfermedades o la pobreza, porque entonces vivirás infeliz y miserable. Es decir, no debes temer las cosas que por no depender de ti son inevitables y teme sólo de las cosas que de ti dependan. En cuanto a los deseos, debes desear las cosas que de ti dependan, porque desear lo que no está en tu poder alcanzar es locura. Así pues, mientras llegas a conocer las cosas que se deben o pueden desear, con ánimo sereno, contentate con desear y temer las cosas suavemente, cautelósamente, examinándolas con tiento y sensatez.
09.- La enfermedad entorpece los actos del cuerpo, pero no los de la voluntad. Si me quedo cojo, tendré una dificultad para andar, pero no para mi espíritu.
10.- Cuando un cuervo lanza un graznido, que dicen de mal agüero, no te dejes llevar por tu imaginación; antes al contrario, raciocina contigo mismo y dí: “Ninguna de las desgracias presagiadas por ese augurio me atañe; […], que para mí no hay, si me lo propongo, sino presagios felices, ya que suceda lo que suceda, de mí depende sacar en todo el mayor provecho.
11.- Ante cada una de las cosas que te regocijan o que, por serte útiles y provechosas, sientas hacia ellas predilección, no dejes de darte cuenta de lo que verdaderamente son, [efímeras].
12.- Pues si quisieras que tus hijos, tu mujer o tus amigos viviesen eternamente, no querrías sino una locura, […]. De modo que si quieres que jamás tus deseos se vean frustrados, haz simplemente una cosa bien sencilla. No desees sino aquello que de ti dependa.
13.- Ten siempre muy en cuenta las siguientes consideraciones: ¿Qué es lo que me es propio y mío? ¿Qué es lo que me es ajeno y extraño? ¿Qué es lo que me ha sido dado? ¿Qué es lo que los dioses quieren que haga y lo que me vedan? […].
14.- Jamás te vanaglories de lo que de ti no dependa; de un mérito que en realidad te sea ajeno? […].
15.- La nobleza de un hombre procede de la virtud, no del nacimiento. […].
II.- —- DE LA FELICIDAD……………………………………..p. 39
01.- (16).- Las cualidades esenciales de la verdadera felicidad son duración y estabilidad; durar siempre y que ningún contratiempo pueda perturbarla. […].
02.- (17).- Deberíamos alegrarnos y felicitarnos con nuestros semejantes sólo por las cosas que son causa de regocijo por útiles y honrosas.
03.- (18).- El deseo y la felicidad no pueden vivir juntos.
04.- (19).- Los verdaderos días de fiesta son y deben ser para ti aquellos en que has vencido una tentación, o te has arrancado, o al menos dominado, el orgullo, la temeridad, la malignidad, la maledicencia, la envidia, la obscenidad en el lenguaje, el lujo o cualquiera de los vicios que te tiranizan. […].
06.- (21).- […] la esencia del verdadero bien está en las cosas que dependen de nosotros, […] y […] desearás ser […] libre. Y piensa que para alcanzar esta libertad sólo hay un camino: el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros.
07.- (22).- […] bien desgraciado será (el hombre) […] si pierde el pudor, la bondad, la fidelidad, la justicia y cuantas excelencias imprimieron en su alma los dioses.
08.- (23).- […] ¿Cómo, pues, tú, puesto a prueba por los dioses –por los dioses, a quienes tanto debes, empezando por tu nacimiento—te atreves a lamentarte y dejar oír entre gritos tu desgracia?… ¡Qué cobardía ¡Qué miseria!
10.- (25).- Conserva bien lo tuyo y no codicies lo ajeno. Si tal haces, nada podrá impedirte ser dichoso.
11.- (26).- Sókrates quería mucho a sus hijos, pero los quería con conciencia clara de su cariño y sin olvidar que a quien es preciso amar ante todo es a los dioses. […].[…] dioses, que, precisamente, si nos han creado es para que seamos dichosos.
III.- —- DE LAS RIQUEZAS……………………………….p. 41
02.- (28).- No está en nuestras manos el ser ricos, pero sí el ser felices. […], la felicidad que proviene de la sabiduría dura siempre.
04.- (30).- Has adquirido muchas cosas soberbias, muchos vasos de oro y de plata, muchas cosas ricas, y rico te crees.
Pero te falta lo mejor: careces de constancia, de sumisión a los divinos mandatos y de la tranquilidad de espíritu necesaria para apartar de ti los temores y sobresaltos. […].
05.- (31).- Tan difícil es para los ricos adquirir la sabiduría como para los sabios adquirir la riqueza.
06.- (32).- No es la miseria la que verdaderamente nos aflige, sino la avaricia; asimismo, no son las riquezas las que nos preservan de los mil temores que ensombrecen nuestra vida, sino la razón.
IV.- —- DEL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO………………..p. 43
03.- (39).- […]. Y, no obstante, es fuerza exista una ley para conocer la verdad, porque no es hacer para regirse. […].
V.- —- SOBRE EL PROPIO PERFECCIONAMIENTO……………….p. 46
03.- (44).- Estamos compuestos de dos naturalezas perfectamente distintas: de un cuerpo que nos es común con los animales y de un espíritu que nos es común con los dioses. […]; de aquí proviene que unos –la inmensa mayoría—no conciben más que pensamientos bajos e indignos, mientras los otros piensan noblemente. […].
04.- (45).- El verdadero bien del hombre está siempre en la parte por la cual difiere de las bestias. […].
05.- (46).- […]. ¿Qué te importa lo que pueda suceder desde el momento que puedes hacer de ello buen uso y sacar provecho, y puesto que hasta un contratiempo puede convertirse para ti en manantial de felicidades? […].
06.- (47).- Graba bien en tu pensamiento la idea de la muerte, la del destierro y cuantas cosas pasan por terribles y muy desdichadas con objeto de que no te asalten jamás pensamientos bajos ni desees nada con exceso.
07.- (48).- No olvides que eres actor en una obra, corta o larga, cuyo autor te ha confiado un papel determinado. Y bien sea este papel el de mendigo, de príncipe, de cojo o de simple particular, procura realizarlo lo mejor que puedas. […].
08.- (49).- Si quieres no ser jamás vencido, no tienes sino escoger combates en los que de ti dependa exclusivamente el salir victorioso.
09.- (50).- Si te propones desempeñar un papel superior a tus fuerzas, no solamente lo desempeñarás mal, sino que dejarás de representar aquél que hubieras desempeñado bien.
10.- (51).- […] dime, ¿has cultivado, acaso, tu entendimiento? ¿Te has preocupado de adquirir juicios y opiniones sanas? ¿Te has interesado jamás por la verdad? […].
11.- (52).- […], los bienes exteriores, aquellos, [quebrantos de fortuna] los perdemos por una causa ajena a nosotros; es decir, de modo involuntario, y, por consiguiente, no es vergonzoso perderlos. En cambio, […] los bienes interiores [fidelidad, pudor, dulzura, modestia] no los perdemos sino por nuestra culpa; y si vergonzoso y reprochable es el no poseerlos, aún es más digno de reproche y de vergüenza el, teniéndolos, dejarlos perder.
12.- (53).- […] Tú, en cambio, no lisonjeas a nadie, ni a nadie adulas; cultivas tu alma, te afanas por adquirir conocimientos sabios, y tu examen de conciencia es poco más o menos éste: ¿He descuidado algo –te dices—de lo que contribuye a la verdadera felicidad y es al mismo tiempo grato a los dioses? ¿He faltado a la amistad, a mis semejantes o a la justicia? ¿He dejado de cumplir con mi deber de hombre honrado? […].
13.- (54).- […] Procura dominar el dolor, el miedo, la codicia, la envidia, la malignidad, la avaricia, la pereza y la gula. Y el único medio de vencer a estos monstruos es tener siempre muy presentes a los dioses, serles afecto y obedecer ciegamente sus mandatos.
14.- (55).- […] levanta los ojos al cielo y di a tu dios: Sírvete de mí, Señor, como mejor te plazca; nada he de rehusar de lo que te sirvieres enviarme; es más, justificaré tu conducta a los ojos de los demás hombres.
15.- (56).- En lugar de dispensar tu asiduidad a un rico, dispénsala a un sabio. […].
20.- (61).- No te rías mucho tiempo, ni a menudo, ni excesivamente.
22.- (63).- […] rechaza aquello que únicamente la molicie y la vanidad te pidan.
23.- (64).- Procura, siempre que puedas, guardar silencio, no hablar sino lo necesario, y aun esto con las menos palabras posibles. […], abstengámonos de las conversaciones triviales y comunes […]. Y menos aún hemos de hablar de los hombres, ora para denigrarlos o ensalzarlos, ya para establecer comparaciones entre ellos.
24.- (65).- Siempre que puedas, procura que la conversación de tus amigos recaiga sobre asuntos razonables, decentes y dignos. De hallarte entre extraños, lo más prudente es el silencio.
25.- (66).- […], eres hombre, ciudadano del mundo, hijo de los dioses y hermano de todos los demás seres humanos. […], puedes ser senador […] padre, hijo o esposo. Pues bien: medita detenidamente a lo que cada uno de estos títulos te obliga y procura no deshonrar ninguno.
26.- (67).- […] y me preguntas si para no morirte de hambre debes rebajarte hasta aceptar los oficios más abyectos. ¿Qué puedo contestarte a esto? Gentes hay que prefieren el oficio más bajo a morirse de hambre; otras hay para quienes lo indigno es lo menos tolerable. No es, pues, a mí a quien debes consultar, sino a ti mismo.
27.- (68).- Los hombres se fijan ellos mismos su precio […] y nadie vale sino lo que se hace valer. Tásate, por tanto, como libre o como esclavo, ya que en tu mano está.
29.- (70).- He aquí una hermosa frase de Agripino: “Jamás seré un obstáculo para mí mismo”.
31.- (72).- Como has nacido de padres nobles, estás tan hinchado de tu nobleza que no cesas de hablar de ella y de marcar con ella a todo el mundo. En cambio, olvidando lo que llevas en ti mismo, es decir, la divinidad –paternidad común y por excelencia de todos–, olvidas esta verdadera nobleza y acabas por ignorar tu procedencia y tu verdadero abolengo. Y, sin embargo, ello es lo que más presente debieras tener en todos los momentos de tu vida. Ve lo que de continuo, para que no se te olvidase, deberías repetirte: Habiéndome creado la divinidad, en mí está y conmigo la llevo siempre dondequiera que vaya. ¿Cómo podré, entonces, mancharla con palabras obscenas, acciones viles y deseos infames?
32.- (73).- Si los dioses te hubiesen confiado la custodia de un pupilo, tendrías de él sumo cuidado y por todos los medios procurarías que tan sagrado depósito fuese respetado. Pues bien: piensa que te han hecho custodio de ti mismo y que te han dicho: No creemos poderte confiar a tutor más fiel y atento que tú mismo; consérvanos, pues, conservándote, este hijo tal cual es por naturaleza; es decir, pudoroso, fiel, valeroso, magnánimo y libre de pasiones y temores. […].
37.- (78).- ¿qué hombre hay invencible? Únicamente aquel que está firme en sus convicciones y que no vacila por ninguna de las cosas que dependen de nosotros; […] no basta resistir la tentación del oro si no se resiste la de la carne; […] hay que resistir a la gloria como a la calumnia y a la miseria, a la lisonja y a la muerte. […].
39.- (80).- Si puedes, no jures; si no tienes otro remedio, hazlo, pero cuando las circunstancias lo exijan imperiosamente.
42.- (82).- En la conversación corriente guárdate mucho de hablar de ti y no te complazcas, si la ocasión no es oportunísima, en referir tus proezas […].
43.- (83).- Y ten más cuidado en (no) desempeñar el papel de gracioso; porque sobre ser tarea muy desairada, trátase de un camino tan resbaladizo, que insensiblemente conduce a la chocarrería y a la liviandad, lo que ocasiona que los demás pierdan el respeto y consideración que puedan sentir hacia quien tal hace.
44.- (84).- Es asimismo muy peligroso dejarse arrastras por las conversaciones obscenas; así que, cuando te veas obligado a oírlas, no desperdicies toda ocasión de manifestar tu disgusto a quien las haya fomentado. Si esto no puedes hacer, guarda al menos el más absoluto silencio, dejando comprender por tu ceño y por la gravedad de tu expresión el desagrado profundo que tales conversaciones te producen.
46.- (86).- Ten siempre presente el valor de Laterano. […].
58.- (98).- Son señales inequívocas de que un hombre adelanta en el camino de la sabiduría: el no censurar ni alabar a nadie; el no hablar de los demás; el no censurar ni culpar a otro de los obstáculos que se oponen a sus deseos; el burlarse en secreto de quienes le alaban y lisonjean; el no tratar de justificarse y ensalzarse si se ve reprendido; antes por el contrario, callar cual el convaleciente que teme con una imprudencia estropear el principio de su curación; el haber extirpado toda clase de deseos y el haber renunciado enteramente a cuantas cosas no dependen de nosotros; […].
60.- (100).- Si se ofrece ocasión de hablar delante de ignorantes de alguna cuestión de verdadera importancia, guárdate de hacerlo, porque es verdaderamente expuesto lanzar de buenas a primeras opinión sobre lo que no se ha meditado. Y si alguien te acusase de ignorante en vista de tu silencio, habrá un medio seguro de que sepas si empiezas a ser filósofo, y es que su reproche no te moleste ni te incomode. […]. Del mismo modo tú no debes malgastar entre ignorantes bellas máximas; es mejor que, luego de bien digeridas, las manifiestes mediante actos convenientes.
70.- (110).- Ejercítate incesantemente contra las tentaciones y los deseos y observa tus impulsos considerando si son o no verdaderos caprichos y apetitos de enfermo. […].
76.- (116).- Cuando te sientas atacado por una tentación no dejes para otro día el combatirla, porque llegará ese día y tampoco la combatirás. […].
78.- (118).- Debes medir tus deberes según los lazos que te unen con las personas. ¿Se trata de tu padre? Pues debes cuidar de él, obedecerle en todo, sufrir hasta sus injurias y sus malos tratos. [….]. ¿Qué tu hermano es injusto contigo? No importa; trátale como debe tratarse a un hermano y no mires lo que hace él, sino lo que tú debes hacer y en qué estado quedará tu libertad si cumples con los deberes que tu naturaleza te exige; porque nadie podrá ofenderte si tú no quieres darte por ofendido, ni te sentirás herido más que cuando creas que te hieren. […].
79.- (119).- Es mucho mejor perdonar que vengarse. Perdonar es propio de una naturaleza buena y humana. Vengarse, sólo de una naturaleza feroz y brutal.
80.- (120).- Al sol no hay que suplicarle para que dé a cada uno su parte de luz y de calor. Del mismo modo, haz todo el bien que de ti dependa sin esperar a que te lo pidan.
85.- (125).- [….] Cuando fallece la mujer de otro, enseguida le decimos que no se desespere, ya que se trata de algo inevitable e inherente a la condición humana; en cambio, si se trata de la nuestra, sin escuchar razones ni consuelos, nos deshacemos en gemidos y en llanto. Pues bien: se trata precisamente de acordarnos en las desgracias propias del estado de conformidad con que miramos las ajenas, si queremos ser menos desgraciados.
87.- (127).- Cuando dice que te corregirás mañana […]. ¿Por qué no corregirte hoy mismo? […].
91.- (131).- Cuando llegue a tu conocimiento una mala noticia, piensa que nada tiene que ver contigo, puesto que no respecta a cosa alguna de las que de ti exclusivamente dependen, de las que están en tu poder. […]. Acostúmbrate a considerar que la pena no está más que donde está la culpa. […].
93.- (133).- No pruebes los placeres del amor, si te es posible, antes del matrimonio; y si los pruebas, que sea al menos según la ley. Pero no seas severo con los que usan de ellos, no les reprendas con acrimonia, ni te alabes de tu continencia.
IV.- —- DE LA LIBERTAD Y DE LAS ESCLAVITUDES…………..p. 68
01.- (137).- El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos; porque todas las cadenas y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre mucho más leves que el dominio brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de las envidias y demás desenfrenos. […].
02.- (138).- El que se somete a los hombres se somete previamente a las cosas.
03.- (139.- Aleja tus deseos y tus temores y no existirá para ti tirano alguno. Si tienes amor a tu cuerpo y a tus bienes, estás perdido; ya eres esclavo. Ello es tu verdadera cadena, tu punto vulnerable.
04.- (140).- Los dioses me han concedido la libertad, y como conozco y acato sus mandatos, nadie puede hacerme esclavo, porque tengo el libertador y los jueces que necesito.
05.- (141).- […]. […], la verdadera libertad consiste en querer que las cosas sucedan, no como se te antoja, sino como suceden.
06.- (142).- […]. No consiste la felicidad en adquirir y gozar, sino en no desear más. […].
07.- (143).- […]; no hay malvado que lo sea por querer serlo, y por consiguiente, no hay malvado que sea libre.
08.- (144).- […]. Lo que está confiado a nuestro cuidado […] es nada menos que el pudor, la fidelidad, la constancia, la sumisión a las órdenes divinas, la exención de dolores, turbaciones y miedos; en una palabra, es la verdadera libertad.
10.- (146).- […], todas las cosas exteriores nos someten y esclavizan desde el momento en que las codiciamos. […], todo hombre que quiera ser libre, deje de anhelar o de rehuir lo que no depende de él, pues, de lo contrario, forzosamente será esclavo.
19.- (154).- Diógenes decía –y decía muy bien—que el único medio de conservar la libertad es estar siempre dispuesto a morir sin pesar.
22.- (157).- […]: yo lo único que les enseño es la conservación de su pensamiento, que éste sí que es libre, enteramente libre, porque a la Divinidad le plugo hacerles dueños exclusivos de él.
23.- (158).- La esclavitud del cuerpo es obra de la fortuna; la del alma es obra del vicio. […]. A la esclavitud del cuerpo tan sólo una cosa pone término: la muerte; a la del alma, en todo momento, la virtud.
V.- —- DEL LIBRE ALBEDRÍO…………………………………………..p. 74
VI.- —- DE LA RELIGIÓN Y DE LOS DIOSES…………………….p. 74
01.- (160).- Los dioses han creado a los hombres para que sean felices; luego, si son desgraciados, es por su propia culpa.
02.- (161).- Siempre prefiero lo que sucede, porque estoy persuadido de que lo que los dioses quieren es mejor para mí que lo que yo quisiera. A ellos, pues, mis movimientos, mis voluntades, mis temores. En una palabra: quiero lo que ellos quieren.
04.- (163).- […]. De los dioses hablo, que es en quienes reside el verdadero poder.
05.- (164).- Comienza todas tus acciones con esta plegaria: “Condúceme, ¡oh poderosísimo Júpiter y tú. Invariable Destino! Hacia aquello que me tenéis destinado. Condúceme, que prometo seguiros derechamente y de todo corazón. […].
06.- (165).- Lo primero que hay que aprender es que hay un Dios que con su providencia lo gobierna todo, al cual no se le oculta ninguno de nuestros actos, como ninguno de nuestros pensamientos e inclinaciones. […].
08.- (167).- ¿Cuál es la naturaleza de la Divinidad? La ciencia, la diligencia, el orden y la razón. […].
09.- (168).- Sabes que el fundamento de la religión consiste en creer en los dioses, en tener de ellos opiniones rectas y claras, en no dudar que extienden su providencia sobre cuanto existe, que gobiernan el universo con probidad y justicia, que estamos en el mundo para obedecerlos y amarlos, para tener por bueno todo cuanto suceda, por emanado de ellos y para aceptarlo con buena voluntad y de todo corazón por tratarse de designios de una providencia tan buena como alta. Pensando de esta manera, nunca te quejarás de los dioses ni les acusarás de descuido hacia ti. Pero tales sentimientos no puedes alcanzarlos sino renunciando a cuanto de ti dependa; […]. Así pues, el hombre que cuida conformar sus deseos y aversiones a las reglas antedichas, alimenta y fortalece su piedad. […].
10.- (169).- Agradece a los dioses los bienes que de ellos has recibido y no olvides los beneficios con que te han colmado.
14.- (173).- ¿Quieres ser grato a los dioses? Pues acuérdate de que lo que más aborrecen es la impureza y la injusticia.
17.- (176).- […], la protección de los dioses, nuestros verdaderos creadores y padres, [debería bastar], para alejar nuestras penas, inquietudes y temores.
21.- (180).- […] ¿No se te ocurriría nunca pensar en quién eres y por qué has nacido? ¿Morirás sin haber prestado atención al admirable espectáculo de este universo que la Divinidad ha desplegado ante tus ojos para inducirte a conocerLa?
22.- (181).- La Divinidad te ha dado armas para hacer frente aún a los acontecimientos más espantables. Tales armas son, entre otras, la grandeza de alma, la fuerza, la paciencia y la constancia. […].
26.- (185).- Mi deber, mientras disfrute de vida, es dar a los dioses gracias por todo, alabarles por todo, así en público como privadamente, y no cesar de bendecirles […].
27.- (186).- […]. Dueño eres entonces de un libre albedrío que nadie puede quitarte. […].
30.- (189).-[…]. Alabar a la Divinidad. […].
32.- (191).- […]. ¿Cómo puedes imaginar que nuestra alma, de esencia infinitamente más próxima a la divinidad que el resto del universo, vaya a estar sola y separada del ser que la ha creado? […].
36.- (195).- ¿Habrá algo más inútil que ir a consultar a augures y adivinos sobre las cosas que ya nos están señaladas? […].
39.- (198).- […]. La Divinidad te ha concedido lo más grande, lo más noble, lo más excelso, lo más divino de que disponía; el poder de hacer buen uso de tus opiniones y el de encontrar en ti mismo tus verdaderos bienes. […]. Vive, pues, contento y no ceses de agradecer y de rogar a un padre tan magnánimo y bondadoso.
VII.- —- SOBRE LA RESIGNACIÓN……………..p. 84
01.- (199).- No pidas nunca que sucedan las cosas como tú deseas, sino que deseas que sucedan como suceden, y prosperarás siempre.
02.- (200).- […]. Acostúmbrate a que no podemos disponer más que de lo que depende de nosotros y hemos de tomar lo demás tal cual llega.
04.- (202).- Aquel que se acomoda a lo que fatalmente sucede es sabio y apto para el conocimiento de las cosas divinas.
05.- (203).- Siempre y en todo momento debemos hacer lo que de nosotros dependa, permaneciendo firmes y tranquilos respecto a lo demás. […]. Porque no soy la eternidad sino simplemente un hombre, una parte del todo, como una hora es una parte del día. […].
06.- (204).- Nunca ni por motivo alguno debes decir: he perdido tal cosa, sino la he devuelto. ¿Ha muerto tu mujer? La has devuelto. […]. De modo que no te quejes y disfruta de la vida, como el viajero disfruta de la posada que el camino le depara, […].
07.- (205).- Si los dioses me abandonan como me han abandonado en la indigencia, en la obscuridad y en el cautiverio, no es , porque me tengan odio; […]. Tampoco es por descuido […]. Lo que quieren es ponerme a prueba […].
10.- (208).- […]. A ver quién es capaz de mostrarme un estoico; es decir, un hombre que se cree siempre feliz, que se siente feliz en la enfermedad, en el peligro, despreciado y aun calumniado. […]. ¡Ea!, muéstrame si puedes un hombre conforme siempre con la voluntad divina, que jamás se queje de los dioses ni de los hombres, que nunca encuentre que se han frustrado sus deseos, a quien nada lastime, a quien no asalte la envidia, ni la cólera, ni la soberbia; que, con un cuerpo mortal, sostenga un secreto comercio con los dioses y que anhele despojarse de su perecedera vestidura corpórea para unirse con ellos en espíritu.
11.- (209).- ¿Tienes calentura? Pues si la conllevas como es debido, en ella tienes lo mejor que puedes desear. ¿Que qué es conllevar la calentura como es debido? Pues sufrirla sin quejarse de los dioses ni de los hombres; no alarmarse por lo que pueda sobrevenir; pensar que todo irá bien y si la muerte misma llega, aguárdala valerosamente como lo mejor; no alegrarte sobremanera si, por el contrario, el médico te asegura que vas mejor, ni afligirte si te afirma lo contrario. Porque ¿qué es estar peor? Simplemente acercarse al término en que el alma se separa del cuerpo. ¿y, sinceramente, crees y llamas un mal a esta separación? Además, si no es hoy, ¿dejará de acaecer mañana? ¿O es que piensas que se va a acabar el mundo con tu muerte? Vive, pues, tranquilo y sosegado lo mismo en la calentura que disfrutando de cabal salud.
VIII.- —- SOBRE LA FILOSOFÍA Y LOS FILÓSOFOS……………….p. 87
04.- (213).- El comienzo de la filosofía es conocer nuestra debilidad y nuestra ignorancia y los deberes necesarios e indispensables.
12.- (230).- No te des jamás el título de filósofo ni pierdas el tiempo en predicar hermosas máximas ante los ignorantes; lo único que debes hacer ante ellos es practicar simplemente lo que estas máximas aconsejen. […].
14.- (232).- Procura que tus austeridades y tus prácticas corporales no sean extraordinarias e increíbles; de no hacerlo así, serás más bien un saltimbanqui que un filósofo.
15.- (233).- […]. Lo primero, para poder mostrarse a los demás como un hombre a quien la filosofía ha reformado, es empezar por reformarse verdaderamente. […].
16.- (234).- Si queremos ser verdaderos filósofos, es preciso que pongamos nuestra voluntad en estado de aceptar y acomodarse a todo cuanto nos ocurra y a todo cuanto deje de ocurrirnos. Ello nos proporcionará la inapreciable ventaja de que nunca veamos defraudados nuestros deseos ni realizado el motivo de nuestros temores. […]. Y podremos […] con nuestros compromisos de padres, hijos, hermanos, ciudadanos, esposos, socios, magistrados y súbditos.
19.- (237).- El ignorante no espera de sí mismo su bien y su mal, sino de los otros. El filósofo tan solo espera bien y mal de sí mismo.
20.- (238).- […]. ¿Es orgullo lo que observas en la cabeza de Júpiter? No. Es firmeza, es estabilidad, es constancia, es seguridad en su poder. […]. Pues bien: yo trataré de imitar este gran modelo. Me verás fiel, modesto, valeroso e inaccesible a la turbación y a las emociones que causan los accidentes que llaman terribles. –¿Pero ¿te veré inmortal, exento de vejez y de enfermedades? –No; pero verás que sé morir, y ser viejo, y ser enfermo; verás qué sólidos y templados son los nervios de un filósofo. –¿Y en qué consiste esta solidez y esta templanza? –En no tener jamás deseos frustrados ni temores mal dirigidos; en prevenir todos los males; en arreglar convenientemente todos los movimientos del alma; en que todos los designios sean hijos de prudente y madura reflexión y en que las afirmaciones sean tan sólidas y certeras que jamás vayan seguidas del arrepentimiento.
21.- (239).- La primera y más necesaria parte de la filosofía es aquella que trata de la práctica de los preceptos; como, por ejemplo, del que establece que no debemos mentir. La segunda es la que hace las demostraciones; como: por qué no debemos mentir. […].
24.- (242).- […]. Haz, pues, tú otro tanto: que tu filosofía no se deje traslucir más que en tus actos.
IX.- — DE LAS MUJERES…………………..p. 93
01.- (245).- Es de ingratos y cobardes sostener que no existe diferencia entre la belleza y la fealdad. ¿Acaso una mujer fea agrada y embelesa la vista como una hermosa? Decir tal cosa es, no solamente torpe, sino impío; […].
02.- (246).- ¿Sabéis lo que hace el hombre que persigue a la mujer de su prójimo? Pisotear las leyes del pudor y de la fidelidad; violar la vecindad, la amistad, la sociedad y todas las cosas más sagradas y las más sagradas leyes. El que tal hace no puede ser ya ser considerado ni como amigo, ni como vecino, ni como ciudadano. […].
04.- (248).- Mientras las mujeres son jóvenes, sus maridos no cesan de elogiar su belleza y de llamarlas queridas y hermosas.
[…]. Nada es, por consiguiente, más útil y necesario que esforzarse en demostrarles que se las honrará y respetará en tanto sean prudentes, pudorosas y modestas.
X.- —- DE LOS CUIDADOS DEL CUERPO…. P. 95
01.- (251).- Señal evidente de un espíritu torpe es consagrar un tiempo excesivo al cuidado del cuerpo, al ejercicio, a la comida y a la bebida, […]. Porque nuestra grande y activa e incesante preocupación debemos consagrarla al espíritu.
02.- (252).- ¿Eres hombre o mujer? Si eres hombre, atavíate como un hombre y no pretendas pasar por un prodigio de indumento, […]. […], pero sí importa mucho que tu aseo sea serio y digno de un hombre.
03.- (253).- La limpieza es para el cuerpo lo que la pureza para el alma. La Naturaleza misma enseña a ser limpio. […].
04.- (254).- ¿Cómo podrían atraerme, por hermosas que fuesen, las sentencias de un filósofo si él se me presentaba sucio, desaseado […]? ¿Cómo podría hacerme amar una doctrina de la que él era tan desagradable representante? […]. Cuidemos, pues, de la limpieza y de la decencia exterior. Y lo que digo de los maestros, dicho queda de los discípulos. Por lo que a mí respecta, cuando un joven desea dedicarse a la filosofía, prefiero y deseo que acuda a mis lecciones limpio y decentemente vestido, y no sucio y desgreñado. Detalle es éste por el cual juzgo, ya que posee alguna noción de la belleza y que se inclina a lo que es conveniente y honroso. […].
XI.- —– DE LA VERDADERA FILOSOFÍA……p. 96
01.- (255).- ¿Qué mi padre es malo? ¿Qué mi vecino es malo? Lo serán en tal caso para ellos mismos, pero no para mí. Para mí son muy buenos, por el contrario, pues su manera de ser sirve para que yo ejercite y fortalezca mi dulzura, mi generosidad y mi paciencia. […].
02.- (256).- Porque tu hijo, a quien adoras, según dices, está muy enfermo y no tienes valor para verle sufrir, te apartas de él. […]. ¿Y no es esto un inmenso y terrible disparate? […].
04.- (258).- Puesto que compadeces a los ciegos y a los cojos, ¿por qué no compadeces también a los malvados? ¿No comprendes que lo son a pesar suyo, como los cojos y los ciegos?
05.- (259).- Cada cosa ofrece dos aspectos distintos: uno que la hace fácilmente llevadera y otro que sólo ofrece dificultades. Por ello, si tu hermano te hace una injusticia, no le cojas por el lado de la injusticia que te hace, pues por ahí no debes cogerle ni podrías llevarle; tómalo por el otro asidero, es decir, el que te muestra un hermano, […], es decir, por el lado bueno, lo que te le hará soportable.
06.- (260).- ¿Qué adelantarías con injuriar a una piedra que es incapaz de oírte? Pues bien: imita a la piedra y no oigas las injurias que te dirijan.
07.- (261).- Ten en cuenta que no es quien te injuria, ni quien te pega, quienes te maltratan, sino la opinión que de ellos tienes y que te hace mirarlos como enemigos. Del mismo modo, cuando alguno te aflige o incomoda, no es él verdaderamente quien tal hace, sino tu propia opinión. Procura, pues, que tu imaginación no te venza, pues si lo consigues empezarás a ser dueño de ti mismo.
08.- (262).- Así como un maestro de gimnasia, ordenándome levantar pesos y hacer toda clase de ejercicios, endurece y desarrolla mis músculos, […], tal me ocurre con quienes me maltratan y me llenan de improperios, pues desarrollan mi paciencia, mi dulzura, mi clemencia. […].
09.- (263).- Cuando alguno te maltrata de obra o de palabra, acuérdate de que lo hace porque se cree con derecho a ello. Es decir, que no obra según tu juicio, sino según el suyo propio. De modo que si te juzga mal, él solo se perjudica, ya que él solo se engaña. […]. Aprende a servirte bien y siempre de esta regla y podrás soportar con paciencia a cuantos hablen mal de ti, […].
10.- (264).- “¿No tengo razón en vengarme y devolver el mal que me ha causado?” –¡Pero si nadie te ha causado mal alguno, puesto que el bien y el mal no existen más que en tu voluntad! Y si otro se herido él haciéndote a ti una injusticia, ¿no es torpe que te hieras tú mismo devolviéndosela?
11.- (265).- Si alguno te trae la noticia de que otro ha hablado mal de ti, no te complazcas en refutar lo que haya dicho; al contrario, limítate a contestar con sencillez: “El que te ha hablado de mí en estos términos ignoraba, sin duda, mis otros vicios y defectos, pues a no ser así, no se hubiera contentado con citar únicamente éstos.”
12.- (266).- El hombre cuerdo espera siempre recibir de los malvados mucho más daño que el que recibe. Si le injurian, agradece que lo le hayan pegado; se le pegan, queda reconocido si no llegan a herirle; de herirle, se alegra de que no le hayan muerto.
XII.- —– DE LA AMISTAD………………….p. 99
01.- (267).- La amistad es atributo sólo del sabio. ¿Cómo sería capaz de amar quien no sabe distinguir lo bueno de lo malo?
02.- (268).- No es posible que ame a los hombres quien ama las riquezas, los placeres o la vanagloria. Sólo el que ama lo honrado y lo decente es capaz de amar a los hombres con verdad.
03.- (269).- Para amar es preciso colocar al mismo nivel la utilidad, la santidad, la honradez, la patria, los padres, los amigos y la justicia. […].
04.- 270).- Si quieres saber si dos hombres son amigos […], pregunta […] si basan su amistad en aquellas cosas que de nosotros dependen y la sostienen y cimientan con opiniones sanas, […].
05.- (271).- El alma del vicioso es incapaz de amistad por lo mismo que, entregada a la inconstancia y al desenfreno, va siempre de un lado para otro empujada por sus opiniones y jamás satisfecha.
XIII.- – SOBRE LA OPINIÓN ENGAÑOSA DE LAS COSAS…p.100
01.- (273).- Lo que perturba a los hombres no son precisamente las cosas, sino la opinión que de ellas se forman. Por ejemplo: la muerte en modo alguno es un mal; no obstante, opinamos todo lo contrario, y esto sí es un verdadero mal. Así, pues, cuando nos sintamos torturados, meditabundos o tristes, no acusemos de ello a nadie, sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras propias opiniones.
02.- (274).- Sé de un hombre que, descontento de su suerte, corrió a arrojarse a los pies de Epafrodito y le gimió que era el más desgraciado de los hombres […], puesto que todo su capital se reducía a cincuenta mil escudos. ¿Y sabéis lo que contestó Epafrodito? […] con la mayor seriedad […]: “Pero, desdichado, ¿cómo no me has hablado antes de esta terrible miseria? ¿Y cómo has tenido el inmenso valor de sobrellevarla sin morirte?”
07.- (279).- ¿Qué fue una gran desgracia para Paris , la pasasen a el que los griegos entrasen en Troya, la pasasen a sangre y fuego, exterminaran a la familia de Príamo y se llevasen cautivas a todas las mujeres? Te equivocas, amigo mío. La gran desgracia de Paris fue el haber perdido el pudor, la fidelidad, la modestia y el respeto a la sagrada hospitalidad, que violó inicuamente. […].
10.- (282).- Dices que si Sókrates, en vez de negarse a huir de la prisión se hubiese puesto a salvo, aún hubiera sido útil a los hombres. Pues bien: no, amigo mío. Lo que Sókrates dijo e hizo negándose a ponerse a salvo y muriendo por la justicia, nos es mucho más útil que cuanto hubiera podido decir y hacer si se hubiese escapado.
12.- (283).- Así como no está en manos del hombre admitir lo que le parece falso ni desechar lo verdadero, tampoco puede rechazar lo que cree bueno. […].
15.- (285).- […] aplicar la precaución a las cosas que dependen de ti y la confianza a aquellas otras que de ti no dependen; […] evitando por la prudencia los verdaderos males, [y] harás cara valerosamente a los falsos [males] de los que creas verte amenazado.
18.- (288).- […], ¿sabes lo que se aprende recorriendo la senda de la filosofía? Pues obedecer a los dioses, a refrenar los deseos y a hacer buen uso de las propias opiniones. […].
23.- (293).- Decir simple y rotundamente que la salud es un bien y la enfermedad un mal, es falso. Lo que es un bien es usar bien de la salud, como un mal es usar mal. Como es un bien usar bien de la enfermedad, y un mal usar mal de ella. El bien puede encontrarse en todo, aun en la misma muerte. Menelao, hijo de Creón, ¿no sacó de ella un gran bien cuando se sacrificó por la patria? Indudablemente, pues puso de manifiesto su piedad, su magnanimidad, su fidelidad y su valor. […]. Desterrad, pues, toda clase de prejuicios y, si queréis ser libres, abrid los ojos a la verdad.
26.- (296).- Tu hijo y tu amigo han partido; se han marchado, y lloras su ausencia. ¿Ignorabas, acaso, que el hombre es un simple viajero? Sufre, pues, la pena a tu ignorancia. ¿Cómo podías creer que habías de poseer indefinidamente los seres que te son gratos […]? […].
27.- (297).- Que jamás te inquiete este pensamiento: “Siempre seré menospreciado; no seré nunca nada”, porque si el menosprecio es un mal, tú, ni nadie, puede caer en el mal por voluntad de otro, como tampoco se puede caer en el vicio. Y puesto que no depende de ti ocupar elevados destinos, como no depende el ser convidado a un festín, ¿cómo es posible que esto sea para ti motivo de deshonor o menosprecio? ¿Cómo es posible que no seas nunca nada, tú, que no debes ser algo más que en lo que de ti dependa y en lo cual puedes llegar, si quieres, a ser mucho? […].
Lo que importa es que cada cual cumpla con su obligación y haga lo suyo. […].
XIV.- —- DE LA MUERTE……………..p. 109
01.- (298).- Temes nombrar la muerte, cual si sólo su nombre fuese cosa de augurio funesto. Sin embargo, mal puede haber augurio funesto en lo que no hace sino expresar un acto de la Naturaleza. […].
02.- (299).- ¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. […]. / […]. Yo mismo me pongo en vuestras manos.”
03.- (300).- Las espigas nacen para ser segadas una vez maduras, y a nadie se le ocurre dejarlas en los campos, cual si fuesen cosas sagradas e intangibles. […].
04.- (301).- ¿Qué te importa el modo como hayas de morir? Que sea la fiebre, la espada, el mar, una enfermedad o un tirano, ¿qué más da? […].
05.- (302).- Cuando sea llegada mi hora, moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le confió.
07.- (304).- Tarde o temprano, es fatal y preciso que la muerte venga a nosotros. ¿En qué nos encontrará ocupados? […]. / […].
En cuanto a mí, yo deseo de todo corazón que me encuentre ocupado en ordenar mi voluntad, a fin de llevar a cabo sin temor ni embarazo y como corresponde a un hombre libre este acto postrero. […].
08.- (305).- Todos tememos la muerte del cuerpo. Pero la del alma, ¿quién la teme? [*]
[* Nota del blog alma89]: Jesucristo venció a la muerte, es decir, con su resurrección y con la creencia en la existencia del alma inmortal, el hombre ya no debería tener miedo a la muerte del cuerpo, es decir, al tránsito desde la vida terrenal a la vida en el “más allá” o fuera del tiempo.
XV.- —- MÁXIMAS DIVERSAS……………………p. 112
04.- (309).- Nadie puede ser malo y vicioso sin pérdida segura y daño cierto.
05.- (310).- […]. […], en una ciudad donde imperen las máximas que dicta la razón, reinará la decencia y el orden. […]; la policía estará bien reglamentada; los ciudadanos se casarán, tendrán hijos, los educarán y todos se esforzarán en servir a los dioses. El marido se contentará con su mujer, sin codiciar la del prójimo; con sus bienes, sin ambicionar los ajenos. […].
13.- (318).- Acusar a los demás de nuestras adversidades es propio de ignorantes; culparnos de ellas a nosotros mismos es señal de que empezamos a instruirnos; no acusarnos ni a nosotros mismos ni a los demás, he aquí lo propio de un hombre ya completamente instruido.
14.- (319).- Así como existe un arte de bien hablar, existe también el arte de bien escuchar.
15.- (320).- Si consigues demostrar al malvado que hace lo que no quiere y que no hace lo que quisiere hacer, lograrás corregirle. Pero si no sabes demostrárselo, no te quejes de él, sino de ti mismo.
16.- (321).- ¿A qué discutir con gentes que no se rinden ante las verdades más evidentes? […].
20.- (325).- Es preciso no alarmarse a la ligera. Enviamos un mensajero a saber lo que ocurre; […]. Diógenes, […] nos ha dicho que la muerte no es un mal cuando no es vergonzosa; que la calumnia sólo es un rumor de gentes insensatas. […].
22.- (327).- […]. De modo que si pasas la noche en vela […]. […] con el fin de cultivar y formar tu razón y acostumbrarte a obedecer a la Naturaleza y a cumplir tus deberes, te llamaré laborioso: porque este trabajo es el único digno del hombre.
25.- (330).- […] la caridad del padre para con los hijos es tan natural, que […][nunca] dejarían de quererlos, criarlos y educarlos.
27.- (332).- Lo más insufrible para el hombre razonable es lo que carece de razón.
28.- (333).- […]. Que la justicia y la santidad son preferibles a todo, nadie lo pone en duda. Pero lo que es justo y santo es sobre lo que ocurren las divergencias. […].
31.- (336).- No hay que tener miedo de la pobreza, ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
33.- (338).- El sabio salva la vida al perderla.
34.- (339).- Es imposible que todo hombre que sea superior a los demás, o al menos se considere serlo, no se sienta hinchado de orgullo y no abuse de su autoridad, a no ser que sea muy instruido.
41.- (346).- Dos cosas hay que quitarles a los hombres: la vanidad y la desconfianza.
45.- (350).- Los que sostienen que no existe ninguna verdad conocida desmienten este principio con una pretendida verdad; sea verdadera o falsa para ellos esta afirmación, siempre será una verdad conocida.
48.- (353).- […]. Y si tu nacimiento no ha sido ilustre, ¿no depende de ti corregirlo por medio de tus méritos?
50.- (355).- Un hombre te ha confiado un secreto, y consideras un acto de cortesía, de honradez y de justicia confiarle otro tuyo. Pues bien: eres un atolondrado y un estúpido. […]. / […]. No olvides, por tanto, que el que te confía un secreto no lleva, comúnmente, más que la máscara y el disfraz de hombre honrado. Por otra parte, lo que hace contigo no es muestra de confianza, sino intemperancia de lengua; lo que te cuenta al oído se lo cuenta a cuantos pasan a su lado. Es un tonel agujereado, que así guardará tu secreto como ha sabido guardar el suyo.
51.- (356).- Pruébame que tienes pudor, fidelidad, constancia y que no eres un cubo agujereado, y no aguardaré a que me confíes tu secreto, pues seré yo el primero en rogarte que oigas el mío; […].
53.- (358).- […]. Si fueses razonable, cuando estás solo dirías […] que estás en reposo; en libertad, que gozas de ti mismo y que eres parecido a la divinidad; y cuando te encontrases en plena sociedad, […], lo llamarías fiesta o juegos públicos, y vivirías siempre contento.
55.- (360).- […]. […], ¿puede el príncipe, […], librarnos de las enfermedades, naufragios, incendios, terremotos y rayos? No; esta paz tan sólo los dioses pueden darla, y el heraldo que la publica es la razón. El que disfruta de esta paz sí que va tranquilo y solo sin peligro durante toda su vida.
57.- (362).- Te quejas de la soledad; […]. Dios, contento siempre de sí mismo, consigo vive eternamente. Procura, pues, asemejarte a él, que esto sí está en tu mano. Habla contigo: ¡tienes tanto que decirte y que pedirte! […]. / […], pero, ¿no tienes un Padre inmortal que no cesa de velar por ti y de socorrerte en cuanto necesitas?
58.- (363).- Cuando veas a alguno sumido en el dolor y deshecho en llanto por la muerte o ausencia de un hijo, o por la pérdida de sus bienes, guárdate de dejarte arrastrar por tu imaginación hasta el punto de persuadirte de que ese hombre padece males ciertos por causas externas; al contrario, procura convencerte de que lo que le aflige no es lo que le ocurre –puesto que no aflige a los demás–, sino la opinión que él se ha formado. No obstante, si es preciso, llora con él y mira de calmar su dolor con buenas razones; pero evita que tu compasión vaya tan lejos que llegues a afligirte de veras.
59.- (364).- Nada posees que no te haya sido dado. El que todo te lo dio bien puede quitarte algo. […].
60.- (365).- Quieres envejecer, pero no quieres ver morir a ninguno de los seres a quienes amas. Es decir, quieres que todos tus parientes y amigos sean inmortales […].
61.- (366).- Mantente firme en la práctica de todas estas máximas y obedécelas fielmente, como si fueran leyes que no puedes violar sin cometer impiedad, y que nunca te preocupe ni turbe lo que dirán de ti, porque ésta es una de las cosas que no están en tu poder.
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Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios.
Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.